Cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar nuestros servicios.

1 A 0 AL CORAZÓN

A ella, las luces en el camino le encandilan los ojos, y el ruido de la tribuna le tapa los oídos. Deja el corazón en el vestuario antes de ponerse la camiseta y entra a jugar sabiendo que no tiene nada que ganar ni nada que perder, dice que es sólo un juego y lo hace para divertirse.

Él entra a la cancha convencido de que ya ganó, con la cinta de capitán en su brazo más viva que nunca, apretada tan fuerte que lo deja sin aire en el corazón. Se dice a sí mismo que son las mismas jugadas de siempre, que el rival es fácil e igual a todos los anteriores. Tiene la certeza que no le presentará dificultad alguna. No tiene miedo, le sobra arrogancia pero le falta valentía para sacarse el escudo y jugar limpio.

Ella hace la misma estrategia de siempre y cree estar a salvo. Él se deja encandilar por el club de fans que está en la tribuna. Mientras tanto, ella, desea en silencio proclamarse la presidenta de su vida pero se esconde detrás de la indiferencia y distancia de la rivalidad del equipo contrario.

Él, poco a poco, empieza a contar los minutos para que termine el primer tiempo porque el partido le está costando más de lo habitual. Durante el entretiempo se pide a sí mismo no perder la cabeza, mantener la mente en el juego y no dejarse llevar por las emociones. De sólo pensar una derrota en la cancha, su vida se le derrumba. No puede permitirse flaquear en esta instancia.

Ella tiembla de miedo durante esos quince minutos eternos, empieza a sentir que no le funciona más la jugada de toda la vida.

Vuelven a la cancha. Él está más tenso que nunca y ella más relajada, pero los dos muertos de miedo. Miedo de no poder gritar lo que realmente les pasa en su interior, dos cobardes escondidos detrás de camisetas distintas llenos de ganas de jugar en el mismo equipo.

El partido está empatado y falta poco para que termine. Él no puede no ganar, lo necesita para su ego, aunque esta victoria no le llene ni un gramo el alma. Ella dijo que jugaba por jugar y que le daba igual el resultado: "es solo para pasar el rato".

Faltan pocos minutos y todo sigue igual, nadie hace nada distinto a lo habitual; él sigue con su mismo juego de hace años y ella se esconde detrás de su sombra.

Les dan unos minutos suplementarios y… ocurre la magia. Ella mete un gol de media cancha sin siquiera poder creerlo. Un golpe inesperado y súbito sin que él pudiera preverlo de alguna forma. Lo deja boquiabierto y tirado en el pasto llorando como un bebé.

Él no puede dejar de pensar en "si tan solo hubiera entendido que este juego era distinto". Ella le tiende la mano y le dice: "no nos engañemos, acá perdimos los dos".

Con amor,  Pau

11 | 11 | 11